Desamortizaciones

El monasterio de San Isidoro del Campo, desamortizado en tiempos de Mendizábal, sobrevivió milagrosamente a las injurias de la Historia. Mi padre fue una vez a comprar cerdos, estabulados en el claustro. Cuando la guerra, la Cruz del Campo instaló en el monasterio una destilería y levantó una estructura de fortuna adosada al campanario barroco. Joaquín Romero, como Comisario que era del Patrimonio Nacional, pretendió oponerse y recibió una llamada del propio Queipo de Llano que le dijo: “Mira, niño, no nos obligues a recordarte tu pasado. Mis soldaditos necesitan cerveza.” Y Joaquín se tuvo que achantar, como luego tantas veces lo haría, tragando quina. En tiempos de la democracia, al hablarse de restaurar el monasterio, Pérez Escolano, el alumno de Manzano que pasó del Opus al Partido Comunista y contrajo nupcias civiles con la Rubiales, que a su vez se había pasado de ese mismo Partido al Socialista, se oponía a su derribo y, progresista a ultranza, era en cambio partidario de derribar el campanario antiguo. Manzano le explicó los orígenes “franquistas” del torreón industrial y logró así salvar el campanario religioso.

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