1808


En 1908, es decir, diez años después del Desastre en que culminó el siglo XIX, don Manuel Gómez Imaz, director que fue de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, publicaba un libro titulado La Sevilla de 1808, que era una lamentación por el desperdicio que aquel siglo malhadado hizo del esfuerzo heroico de la Guerra de la Independencia. Según él, el germen de todos los males estaba en la Constitución de 1812, en cuyo seno se alojó “la hidra de la discordia”. Por esa figura retórica había que entender que los constituyentes de Cádiz, que sólo se representaban a ellos mismos, acabaron adoptando los principios mismos que Napoleón traía en la punta de sus bayonetas, pero que él mismo puso en hibernación mientras estuvo en el poder.
El descrédito del socialismo en su versión extrema y la impotencia de la socialdemocracia en la actual crisis de la economía mundial, hacen que se desconfíe del intervencionismo estatal y se vuelvan los ojos a lo mismo que provocó la actual crisis, que es el capitalismo sin trabas. Ese capitalismo liberal, sin más trabas que algunos aranceles tribales, fue el que campó a sus anchas en España durante todo el siglo XIX. En cuanto a la desconfianza en el intervencionismo, si está justificada es porque mal puede intervenir en la economía algo que ha dejado de existir como el Estado. La inexistencia o inoperancia del Estado es una consecuencia de la crisis de la nación, concepto calificado de “discutido y discutible” por los propios titulares del también llamado “Estado residual”. Todos sabemos que los únicos regímenes que han hecho algo positivo para que el capital y el trabajo, en lugar de enfrentarse, junten sus fuerzas en beneficio de la producción y el desarrollo han sido dos regímenes que se han tomado el Estado muy en serio y en los que éste se ha sentido legitimado para crear riqueza y dar trabajo. Y es que el Estado se toma en serio cuando se toma en serio a la nación, una nación cuya existencia se limitó a refrendar la Constitución de 1812, a los cuatro años de que los españoles empezaran a derramar su sangre por ella. Y, todo hay que decirlo, por su indigno monarca.

Comentarios

  1. Hay en Expaña (con X, dada la tónica tan poco tónica y salvadas sean las excepciones que se rebullan contra dicha X) ahora mismo dos derechas: una, que ha estado rampando y monopolizando el malestar de la población disconforme con el desgobierno zetaperil desde el 11M hasta hará cosa de medio año (derecha neocon, básicamente franquicia de otras derechas teledirigidas desde los USA para consumo "latino" en Centro y Sudamérica, derecha antinacional, accidentalista en todo menos en el afán plutólatra y en la obediencia a los poderes foráneos que la rigen y alimentan); y otra derecha, con principios, con memoria, no formada exclusivamente por elementos procedentes del maoismo o del troskismo, sino incluso "de toda la vida" con nostalgias de ancien regime, que parece levantar cabeza al hilo de fenómenos como INTERECONOMIA o el creciente protagonismo en tertulias de elementos como Juan Manuel de Prada o Jesús Neira, o el sesgo hacia una derecha "políticamente incorrecta" que ha tomado el Parlamento Europeo y que aquí estaría representado por el aval de los conservadores británicos a Alternativa Española (a esta derecha en auge, comunitaria y no cocoonista, visceral en más cosas que el dinero, amiga del Estado desde una posición organicista y no atomizadora, es a la que la otra "derecha" suele acusar de "meapilas").
    ¿Por qué entrecomillo la palabra "derecha" al referirme a los neocon autóctonos?: porque, a mi juicio, no son de derechas, sino lerrouxistas, unos lerrouxistas que (a diferencia de los originales), en vez de hacer guiños a la izquierda para consolidarse (en el caso de los radicales de Lerroux, básicamente explotando el anticlericalismo), han jugado con las emociones de un sector conservador de la población huérfano de representación ante las piruetas "centristas" del PP de Rajoy y Gallardón. Pero, lo mismo que Lerroux, en un momento dado, se revela como lo que es, un puro plutólatra sin principios, cuando se coaliga con la CEDA y rompe del todo sus ya discutibles lazos con la izquierda, cuando estos lerrouxistas de nuevo cuño, tan amigos de insultar a Rajoy y a Gallardón, se ven enfrentados con la derecha de verdad, también optan sin problema por sus incondicionales, votantes de Rosa Díez, gays y lesbianas antiPSOE, abortistas y antiprohibicionistas enamorados de Hayek, laicistas, fans de Alaska y su consorte, hooligans nostálgicos no de ninguna "democracia orgánica" sino de la insana euforia reaganómica de los bonos basura y similares... y todo lo que no encaje en esto, o no se haga tolerar como algo "accidentalista", es una recua de "meapilas".
    Ya dije en este mismo blog que entre un taliban y un gay de Tel Aviv me quedo con el primero, y que siempre me inspirará más respeto un Alexandr Zinoviev recuperando a Stalin desde el anticomunismo que un neocon justificando en nombre de Hayek el todo vale sodomítico/babilónico.
    Si queremos recuperar algo de lo que puede considerarse auténticamente valioso habría que empezar por saber con cierta concreción cuáles son los aliados y cuáles los enemigos.
    Franco, durante la guerra civil y el inicio de su régimen, no pareció tragar ni por asomo con los flecos lerrouxistas que se le intentaron apalancar.
    Habría que ver qué se hace, desde una derecha con principios, con los lerrouxistas de hogaño, los que llegaron a la derecha desde la ultraizquierda no por convicción de converso de que la derecha es lo mejor sino con el cinismo del cura renegado que vende su alma al diablo a sabiendas de que hace mal, pero qué coño, tira más el medro cortoplacista, la codicia y el ansia mostrenca de placeres prácticamente gemelos a los que nos venden ZP y su corte de esperpentos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares