Evocación de Manuel Barrios



Evocación de Manuel Barrios

Puede decirse que mi vida pública literaria dio comienzo con mi ingreso en la Universidad. Aunque matriculado en Derecho, frecuentaba como oyente la Facultad de Filosofía y Letras y en particular las clases del joven catedrático de Lengua y Literatura don Francisco López Estrada. Don Francisco fundó una tertulia en el café Los Corales, de la calle Sierpes, tertulia de la que salió una efímera y exquisita revista, titulada Floresta de varia poesía. López Estrada reunió a jóvenes aspirantes a literatos de muy varia procedencia, y así fue cómo conocí a Manuel Barrios, alumno ya de cuarto de Derecho. No sé si estaba matriculado por libre, porque tanto él como un amigo que lo acompañaba, iban muy bien vestidos, y eso en aquellos tiempos indicaba que se disponía de un empleo y unos ingresos por lo menos. Es probable que ya trabajara para la radio, y lo que sí está claro es que su nombre fue cada vez sonando menos en las aulas y más en los micrófonos.

Al socaire de unas jornadas culturales bastante intensas promovidas por la jefatura nacional del SEU con lecturas en el Ateneo, conferencias en La Sociedad Económica, teatro leído en el aula magna de la Universidad (Alfonso Sastre) y representado en el Lope de Vega (Martín Recuerda, Pirandello), la radio no podía quedarse atrás y de sus contactos con la tuna universitaria surgió el espacio de humor Piruetas, que animaba Manuel Barrios y del que Perico Ruiz-Berdejo, colaborador entusiasta (como hoy lo es de la Fundación Blas Infante), saltaría a la jefatura local del SEU. No sé si mi memoria de espectador junta acontecimientos que se dieron separadamente, y eso Manolo Barrios, como protagonista, me puede corregir y rectificar. Al fin y al cabo, al marchar al extranjero, yo me desligué bastante del ambiente sevillano y radiofónico, pero bastantes años más tarde, viviendo ya en Suiza, tuve noticia con alegría del salto de calidad que Manolo Barrios dio con la publicación de su novela La espuela. Esta recuperación para la amena literatura de una persona que yo daba por perdida en el mundo de la radio, me produjo una gran satisfacción, en cuanto que además era uno de los tantos síntomas de un resurgimiento de la narrativa en Sevilla y de su reconocimiento en Barcelona. Y es que Barcelona era en aquellos años para los novelistas españoles e hispanoamericanos lo que Madrid para los matadores de toros: la cátedra donde confirmar la alternativa.

Mi contacto con Manolo Barrios lo reanudé cuando en uno de mis viajes a Sevilla me invitó a su tertulia radiofónica y por fin fue él, yo creo, quien hizo que se me nombrara “sevillano del año” por el renglón de literatura el año que me dieron el Premio Nacional.

Luego compartiría tribuna con él en homenajes a otros escritores sevillanos: a Alfonso Grosso en la Universidad; a Manuel Díez Crespo en el Ateneo… Ya había dado Manuel Barrios otro salto de calidad, cual fue pasar del periodismo de las ondas al de las rotativas, llegando a ser uno de los columnistas más combativos e informados de la prensa local. Pero era tal la calidad de sus columnas que, aun escribiendo en prensa de provincias, llegaría a tener un prestigio y una proyección, como también ocurriría con Antonio Burgos, a escala nacional. Yo le debo buena parte de los datos en los que me he apoyado para más de una polémica. Porque aunque hiciera el periodismo de moda, que es periodismo de opinión, él informaba y daba esos pormenores que sólo están al alcance de los observadores atentos y de los cronistas honrados. Pocos como él, tan comprometido con su tiempo, han sabido luego juzgarlo con pareja ecuanimidad.

(Texto enviado a los convocantes de un homenaje en Sevilla al que no pude asistir por viajar en aquellos días al extranjero)

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